miércoles, 22 de agosto de 2012

Hola, mucho gusto.

"¿Recuerdas aquella fiesta en la que todos llevamos a nuestras novias?" me decían. ¿Cómo olvidarla? Es un evento único cuando todos tus amigos y tú tienen novia simultáneamente, y ese evento debe de ser celebrado con una reunión con la congregación de novias, sonaba genial en ese entonces, pero no sabía en lo que me estaba metiendo. Todos mis amigos en ese entonces eran un montón de snobs adictos a la cultura (y lo siguen siendo, sólo que ahora son personas diferentes) por lo que la reunión sería especialmente complicada considerando que mi novia de ese entonces carecía de aptitudes sociales y culturales, cosa que estaba por descubrir. La reunión era cosa sencilla, debido a que todos adaptamos un estilo de vida sedentario ante la ausencia de empatía hacia las celebraciones 'chic', adoptamos una postura de celebración basada en maratones de películas, festividades auditivas protagonizadas por la aguja de un viejo tornamesa sobre 'elepés' vintage (comprados aleatoriamente en cualquier mercado de pulgas local) que posteriormente eran discutidos con severidad, o simple y sencillamente eran sesiones maratónicas de observar cuadros 'kitsch' en silencio e inventar argumentos tan pedantes como falsos sobre la apreciación de la pintura en tono de guasa, obteníamos comentarios sofisticados sobre un óleo de un delfín con deformidades acuñadas a la carencia de inteligencia espacial del autor. Éramos hombres de gustos tan complicados como retraídos del rubro social, por lo que era todo un logro que alguno de nosotros consiguiera novia. Uno esperaría que las señoritas que representaban el interés romántico de personajes tan carismáticos como selectivos como nosotros debían de ser modelos argentinas con remeras de grupos de los que una persona regular no reconocería, mujeres que discuten sobre Sartre mientras beben en copas de cristal turco algún vino cuyo nombre empieza con "Chateau", no obstante, cada fémina era diferente, por no decir particular. Ninguno de nosotros había enfrentado antes la dificultad de conocer siquiera a una chica que pudiera discutir a gusto con cualquiera de nosotros sobre los simbolismos de películas como "Eraserhead" de David Lynch (o siquiera que soportarla verla, cuando muchos de nosotros habíamos tenido problemas para finalizarla), por lo que cada novia era el extremo opuesto de alguno de nuestros rasgos de personalidad esquizoide perfeccionista. Como era de esperarse, todos llegamos a la casa en que se realizaría la reunión, uno a uno, de forma puntual, unos tuvieron la prudencia de llegar junto con su pareja, otros, como yo, invadidos por el mal juicio, creímos que sería buena idea citarlas a cierta hora en el lugar acontecido; craso error, porque cuando todos ya estaban establecidos y enfiestados, presentándose mientras se ambientaba con música y se abrían apresuradas las bolsas de frituras, yo seguía esperando a que mi novia llegara. Como era característica particular de las mujeres con las que solía salir, con toda la pena del mundo, la chica decidió presentarse circa 45 minutos después de lo planeado, cosa que no facilitó nada la integración al grupo ya identificado. Recuerdo haber oído un pretexto tonto sobre la hora de llegada, que fue muy bien respondido con una mueca híbrida de desaprobación y pena, ignorando completamente el fenómeno bizarro de convivencia al que me enfrentaría, porque de haberlo sabido mi rostro hubiera empalidecido. Las cosas se agravaron cuando pensé en cómo debía yo introducir a mi medio a una persona que gustaba de (me da pena escribirlo) cosas como Arjona o Amarte duele a personas que honrosos portaban playeras de The Velvet Underground o Tool, por esta razón me remití a sólo presentarla por nombre para que ella prosiguiera, cosa que resultó poco satisfactoria cuando lo único que pronunció fue "Hola, mucho gusto" durante por lo menos tres cuartas partes de la velada. Su participación en la reunión constó sólo de onomatopeyas, monosílabos adverbiales o movimientos de la cabeza sobre los ejes equis-y-ye; la bombardeaban con cuestionamientos como "¿Viste esa película?" o "¿Has ido al cine en los últimos días?" y asentía con la cabeza o de forma muy bajita dejaba salir un "uh-hum" (o un sonido muy similar). El tiempo transcurría y citábamos películas o canciones, hacíamos referencias de los Simpsons, como acostumbrábamos en cada ocasión que podíamos, o nos empeñábamos en cantar Bohemian Rhapsody como si estuviéramos abordo de un automóvil mientras ella permanecía sentada y callada, sonriente sobre todas las cosas, intentando hacer un esfuerzo por mí, mientras una por una de las demás caía de la gracia de formas tan comunes como exacerbantes; una cayó a manos de un baratísimo Bacardí que ella misma había llevado (a sabiendas de que ninguno de nosotros tomaba), otra terminó de forma voraz con todas las bolsas de botana en tiempo récord, la tercera se quedó dormida en la plática, una fue sorprendida sigilosamente vomitando en el baño, mientras la que parecía más aburrida no soltaba el celular y, la que más potencial tenía, cayó diciendo que, parafraseo, su escena favorita de Pulp fiction era "... cuando Mr. Pink..." ... las risas, las expresiones de fastidio y el sonar de las palmas de las manos sonando contra las frentes no la dejaron terminar la oración. Después de eso nos vimos entre nosotros y, sin decir nada, concluimos que cada uno de nosotros tenía que terminar con su pareja respectiva y que, además, estábamos condenados a repetir esto tantas veces como fuera necesario hasta encontrar a quien de verdad haya visto, por lo menos, Pulp Fiction completa. 

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