Alicia salió por el parabrisas, contra la pared. Los cristales la rodearon, sangre corrió por su bello rostro. Alicia rompió el espejo y escapó de su mundo de conejos, cartas y tableros de ajedrez. Alicia había perdido su identidad e integridad en apuestas contra naipes bailarines. Todo su mundo fantástico se clausuró junto con sus ojos. Un último beso de la vida fue bañado por el sabor del alcohol, sangre y tabaco viejo. Antes de fallecer, Alicia recordó aquel brebaje, aquel que no la hizo más alta, más delgada o más inteligente, aquel que la ahogó en un etilizante mar de lágrimas. Las falsas memorias se desvanecieron y Alicia despertó entre el dulce regazo de la muerte.
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