Dedicado con mucho cariño a mi amiga Patricia, por ser el disparador de núcleo temático.
Recostada de lado, con los ojos abiertos y con la verborrea de costumbre, Patricia estaba muerta. Una tarde después de una siesta Patricia no despertó. Temerosa por no sentir su cuerpo ni su corazón pero si su alma y mente. Despertó pero no estaba ahí, de sentir algo se sentía como si su cuerpo estuviera entumido, no tenía pulso, su corazón no latía, había perdido toda capacidad sensorial. Raramente no había perdido el olfato, la vista ni el habla.
Se puso de pie, caminó hacia la ventana de su cuarto y miró un ambiente desolado, el mismo de siempre, el mismo de cada día, el pálido ocaso y la sensación de un mundo en sepia, pero algo no estaba ahí.
Hablando y hablando, caminando de un lado a otro mientras pensaba en que le diría a sus padres, en que aun era virgen, en que nunca la habían besado y lo que pasaría cuando saliera de su cuarto. Corría de un lado para otro, buscando interminablemente su celular para encontrarlo sin batería, al intentar conectarlo vio que el celular no cargaba, pensó que el cargador estaba averiado. Tomó el teléfono de su cuarto y lo encontró ocupado, su madre lo estaría ocupando, cerró con seguro la puerta de su cuarto y se postró sin vida en el suelo.
Desesperada, tomó una cuerda se subió a una silla, terminó un nudo, cerró los ojos y se colgó. Silencio puro e invaluable. Abrió los ojos y vio que aun estaba ahí. Busco la silla con los pies para luego pararse sobre ella y bajar de su estúpido intento por "quitarse la vida" y aclarar el hecho de que no poseía más la capacidad de vivir.
Tenía la sensación de estar agitada y mareada, extrañando la necesidad de respirar y aun más, la necesidad de suspirar. Entró en pánico o algo muy similar, se sentó en el borde de la cama mirando por la ventana, la noche había llegado sin avisar y vio a alguien correr descontroladamente por la calle. En la necesidad de desconectarse del mundo ante su problema, cerró las persianas y encendió su pequeña lámpara de mesa, puso las manos sobre su rostro mientras seguía pensando en que sucedería con ella.
Se acostó e intentó volver a dormir, quizás todo era un sueño, pero no pudo, se lo prohibía el hambre y un horrible olor a muerte que intuía que provenía de ella, ya que no sabía desde cuando estaba muerta. Después de tanta penuria y frustrados intentos de augurio, le invadió la curiosidad, no se podía explicar de qué forma había terminado muerta después de una pequeña siesta.
Cerró los ojos por un instante y finalmente la calma llegó, recordando aquel dicho de su madre "Todo tiene solución menos la muerte" con esto en mente pensaba que una vez muerta no podía pasar nada peor. No más escuela, no más muchachos, no más problemas con el dinero, no más problemas de salud, no más problemas causados por pensar en la palabra problema.
Independientemente de este factor, realmente estaba triste, como nunca en su vida, estaba triste ya alcanzada la muerte, demasiado irónico para ella, pensaba que lo mejor era estar muerta como "Dios manda" pero ya no había más de que preocuparse más que por esa terrible hambre que ostentaba su cuerpo pálido e increíblemente estético con una opulencia mortuoria envidiable. Posando solamente en ropa interior decidió ponerse la pijama rosa y morada que tanto le gustaba.
Sin pensarlo más abrió su puerta para ver si encontraba a sus padres, ya que le extrañaba la falta de preocupación, ya que había estado encerrada mucho tiempo en su habitación. Bajó las escaleras, recorrió cuartos, revisó incluso el ático antes de bajar a ver si se encontraba sola, mientras esto ocurría pensaba en como explicar la marca del cuello.
Finalmente, al encontrar la sala y el recibidor vacios llegó a la cocina. Una vez ahí encontró a su madre de espaldas y sin hacer ruido, tomó asiento y vio los platos y cubiertos en la mesa. Su madre parecía estar cocinando y sin voltear exclamó que la cena ya estaba casi lista, ante un curioso reflejo mortuorio salió de su pestilente y bella boca la duda sobre el platillo a degustar. Su madre volteó con una gran sonrisa, el ojo izquierdo colgando a la altura del pómulo, con sangre en las manos y sosteniendo una charola con una cabeza humana mientras contestaba dulcemente "Nos cenaremos a tu padre". Sin dudar más, ayudó a su madre a colocar el platillo sobre la mesa, ambas tomaron los cubiertos y se decidieron a degustar el platillo.
Finalmente, al encontrar la sala y el recibidor vacios llegó a la cocina. Una vez ahí encontró a su madre de espaldas y sin hacer ruido, tomó asiento y vio los platos y cubiertos en la mesa. Su madre parecía estar cocinando y sin voltear exclamó que la cena ya estaba casi lista, ante un curioso reflejo mortuorio salió de su pestilente y bella boca la duda sobre el platillo a degustar. Su madre volteó con una gran sonrisa, el ojo izquierdo colgando a la altura del pómulo, con sangre en las manos y sosteniendo una charola con una cabeza humana mientras contestaba dulcemente "Nos cenaremos a tu padre". Sin dudar más, ayudó a su madre a colocar el platillo sobre la mesa, ambas tomaron los cubiertos y se decidieron a degustar el platillo.
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