martes, 12 de junio de 2012

Intermezzo: persecución gatuna.

A menudo me siento a reflexionar y algunas ocasiones concluyo que padezco de ofuscación sentimental, ya sea por la total carencia de momentos de lucidez a la hora de querer aclarar lo siento por alguien (o algo) o sencillamente por la confusión causada entre fantasmas y los vivos. En esa persecución de lo inmaterial me veo a mí mismo detrás de gatos buscando explicaciones como frascos en la alacena, poniendo a estos seres a expiar los pecados de terceros. Se pensaría, por esta razón, que odio a estos (bellos) animales, pero no es así, los amo porque son seres (a mi parecer) perfectos.

Para cuando logro vislumbrar una oportunidad de atrapar a mi actual presa en la corretiza, la persecución se torna amoral y subjetiva, el gato siempre fingirá por correr hacia un determinado espacio para optar, milésimas de segundo después, cambiar la trayectoria y escapar con agilidad de mi suspicacia napoleónica. Para cuando esto sucede corro de nueva cuenta y me pregunto: Por qué cargar la responsabilidad del perdón a estos inocentes entes? Sencillo: el felino representa el ser inmaculado y perfecto, de alcanzarlo tendría la representación figurada de aquello que busco responder mientras correspondo a mi primitiva necesidad de cacería. La solución reside en que siempre busco algo diferente en la individualidad que tiene mi víctima; sin importar razas o tamaños, los gatos nunca buscan pero cuando obtienen controlan con clemencia. Qué amante de los gatos puede ver a tan orgulloso animal y negarle en su preciosa cercanía el deseo correspondiente a la situación? El gato puede andar por la vida en situaciones precarias sin preocupación alguna, y estando en las mejores situaciones siempre buscará la envidiosa comodidad del resguardo donde y cuando él desea; el gato responde solo para él y con toda comodidad puede decidir irse del hogar para nunca volver o regresar clamando una necesidad de afecto a las 2 de la madrugada pidiendo específicamente el calor de un abrazo y con la arrogancia de no tomar un "no" como respuesta o simplemente apoderarse poco a poco pero implacablemente de toda una cama que abandonará momentos después de tomarla por completo. Y pese a todo este reprobable comportamiento amamos al gato! Privilegiado ser.

Para cuando la conclusión es alcanzada, el gato pretende cansarse y de forma galante se deja atrapar. Después de darse a desear, amorosamente sucumbe ante las manos persecutivas para trepar contra el pecho dando como recompensa ese ronroneo invaluable y, si se tiene suerte, puede que corresponda el cariño con muestras de afecto donde la lengua contra el rostro predomina. El gato desborda afecto como si no hubiera mañana y escapa de nuevo para prestarse a la perpetuidad de querer ser atrapado, porque sabe con seguridad que nunca nos cansaremos de eso y se repetirá en infinitud.

El gato tiene razón y con superioridad se encuentra animoso de representar nuestra insaciabilidad pero también le duele saber que es el ícono de lo que todos quieren pero pocos están dispuestos a perseguir. "Quién como vos, gatuno?" exclamo antes de soltar al gato esperando reencontrarme con él mientras lo veo correr junto con la sabiduría alcanzada con destino a una calle que bien podría ser Montparnasse.

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